Él tiene ochenta y cinco, ella dos años menos. Sesenta casados y setenta juntos. Comenzaron a tontear de niños, después de la guerra. Crecieron, se ennoviaron y se casaron en plena Autarquía. El primer hijo, una niña, llegó con el Primer Plan de Desarrollo. Hubo más hijos. Rieron y lloraron, formaron una familia, proyectaron un futuro, estallaron de felicidad con los nietos... y hoy se aferran a los recuerdos.
Ella está enferma, un maldito cáncer. Y él llora. Los medicamentos, los cuidados y el amor de los suyos entretienen el dolor de la mujer. Se sabe enferma, aunque finge no sentir los pinchazos para que su marido no sufra el dolor que la está matando. Pero él lo sabe, son muchos años juntos y conoce cada movimiento, cada gesto, cada silencio de ella. Cada sufrimiento...
Su hija, como siempre hace, se aproxima a su madre con mimo, con respeto, con admiración. Y con infinito amor le acerca las pastillas. Las rechaza, desea que todo acabe. Su hija se inclina sobre ella y le habla al oído:
Estas pastillas no son para ti, mamá. Son para papá, para que no sufra con tu dolor.
En la gramola del Búho Bizco comienza a sonar, click-click, un recuerdo. Y el corazón sonríe.
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¡Aleluya! mis rogativas han funcionado, llegó la lluvia y tú has escrito en el blog, me toca tomar una anda de la virgen, no sé si mis hombros lo soportarán, todo sea porque no nos abandones.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues sí, la verdad es que has sido tú quien me ha empujado a reabrir el Búho. No será un 24 horas pero intentaremos que no nos olviden. Un abrazo
EliminarQué historia tan honesta y emotiva. Un amor verdadero, inalterable con el paso de las décadas. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarun abrazo :))
Aún quedan historias como ésta, y posiblemente más de las que imaginamos.
EliminarUn beso, Esi. Me alegra verte.
Siempre tan dulce..,, no cambies.
ResponderEliminarUn petonet.
Me alegra saber que te encuentras mejor.
ResponderEliminarun abrazo :)