Me lo sugiere José Antonio del Pozo, uno de los teclados más brillantes a este lado de la realidad: "lo de agosto, cuenta lo tu agosto en blanco y negro, pirata solitario incluido". Al maestro se le obedece, aunque se le mienta. Yo le mentí, o casi; le di a entender que mi agosto en blanco y negro era en agosto. Y no.
En mi pueblo, los agostos nos llegaban en julio, el dieciocho de. Y en un par de semanas nos ventilábamos el verano. O se lo ventilaban, porque les hablo de los años sesenta y yo, entonces, no pintaba nada, solo asentía. Así sigo.
El 18 de julio (así en número como que impacta más) llegaba la paga doble y las vacaciones de dos semanas. Aquellos julioagostos de los sesenta me pillaron muy chico y muy solo, no había llegado una hermana que años más tarde vino a destrozar mi principado de hijo único. Tan niño era que entendía el verano como un periodo de la vida en la que uno se puede acostar tarde, beber cocacola y levantarse aún más tarde. Con esta anarquía horaria ya entenderán que de dormir la siesta, nada. Yo lo que quería era calle con los amigos, una calle desierta donde el asfalto se elevaba del suelo aspirado por el sol. Lo quería pero no lo conseguía, al menos hasta las cinco, las cinco en punto de la tarde que era la hora lorquiana en la a que me levantaban el arresto preventivo. Es por la calor, cariño, argumentaba mi madre. Puede ser. Seguro que lo era.
Las horas de aislamiento, mientras mis padres echaban la siesta, yo las pasaba en un local que unía mi casa con la casa-tienda de ultramarinos de mis abuelos. El local era el almacén de la tienda que, y no sé por qué, le llamábamos "la bodega". Era un local amplio, espacioso, de techos muy altos con vigas de madera. Tenía un lavadero de piedra y estaba repleto de sacos de comestibles: patatas, garbanzos, azúcar...entonces se vendía a granel. Recuerdo, como en un sueño, botellas de Oranje Crush y de Mirinda, de sifones y de La Casera, y garrafones con vino "de la casa". Otras vasijas, ahora vacías, sirvieron años atrás para trasportar de estraperlo, aceite, harina y otras necesidades racionadas por una guerra tan cruel como estúpida.
La Bodega no era vieja, era antigua, como el barco pirata que imaginaba en esas horas en las que sólo yo era capaz de guardar el castillo mientras todos los mayores, ¡irresponsables ellos!, yacían despreocupádamente sesteando el calor julioagosteño. En la bodega, y subido al barco pirata, me anudaba al cuello el delantal de mi abuelo como si fuese una capa; y dos caballos de cartón que tuve hasta que dejé de ser hijo único, Pocholo y Lucero, los alisté como piratas de compañía. Años más tarde supe que los piratas no usaban capa ni llevaban caballos en el barco, lo que me hizo sospechar que los piratas no eran tan buena gente. El argumento de mis historias de piratas eran de tal simplicidad que, de haber introducido algo de sexo -¡Rita Hayworth, Guau, qué gran pirata!- hoy me los hubiera comprado Tele-5 : los piratas de mi barco, o sea yo, eramos lo buenos; los otros, los malos. Ganábamos los buenos.
-Niño, son las cinco. Las cinco en todos los relojes, las cinco en sombra de la tarde. Puedes salir.
Salía. Y un bofetón de sol julioagosteño me devolvía a la realidad.
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Javir, esa bodega en la penumbra de esas horas, la bodega de ese barco pirata que tan bien nos pintas reunía todos los ingredientes para incendiar la imaginación del infante. Y mira, creo que vuelves a engañar un poco: me apuesto algo a que alguna Rita Hayworth de alguna manera aparecía en la bodega. Gran texto.
ResponderEliminarSaludos blogueros
Javier
ResponderEliminarEs verdad, gran texto, que nos trae esos imborrables recuerdos de la infancia, pero, ¿Sabes? al avanzar en la lectura, no pude evitar una sonrisa de agrado, al notar por tu forma de narrar, que el niño que habita, dentro de ti, está intacto, te aseguro que no todos pueden decir lo mismo...
Besitos en el alma
Scarlet2807
Ya le dije a J.A: del Pozo que fui un pivilegiado, mis recuerdos veraniegos son serranos, nunca urbanos,el día amanecía con juegos en el rio hasta la hora de bañarnos, luego hasta las cinco, enclaustrados bajo la sombra del pasillo de la casa de mi abuela, más baño, merienda y hasta la noche juegos comunales en las escuelas, siempre bajo el cobijo de un gorro de paja, sine quae non había salida al exterior.
ResponderEliminarUn abrazo
¿Sabes que te digo?. Has despertado en mi una terrible añoranza, me voy al garaje a montar la grupa de esa escoba llamada "Silver" gritando aquello de; “Hi.yo, Silver, away!”
ResponderEliminarCon recuerdos tan entrañables como aguardar a que el calor del sofocante sur del día entre los meses de julio y agosto aminorara, era el momento de fantear, viviendo por dentro.
ResponderEliminarHe recordado que en mi zona había un hospital con el mismo nombre que el de la paga extraordinaria. Cuando crecí y aprendí de donde procedía tal fecha, dejé de sentir un recuerdo amable de tal lugar (lo siento, recordé esta sensación de mi juventud).
Siempre es un placer leerte. Escribes para recrear.
un abrazo
Hola Javir.
ResponderEliminarYo tampoco era de siestas. Mientras todos caían en brazos de morfeo yo pateaba las calles vacias en busca de aventuras infantiles siempre de la mano de la imaginación... recuerdo eso y cuando me "arrestaban" sin salir, unas aburridisimas tardes frente a la tele de blanco y negro viendo a unos tios en pantalón corto lanzándose una pelotita de un lado a otro con un pequeño palo con red como si ninguno de los dos la quisiera.
Un abrazo.
Gracias por tu visita y comentario.
ResponderEliminarella (Hero), no encendió la lámpara para que Leandro llegara hasta la orilla y se perdió entre el oleaje. En el mito se demuestra que ella no amaba con todo su corazón a Leandro, aunque después ambos murieron tragados por una ola gigantesca... esta cosas de los mitos y leyendas jajaja y aún más, si son griegos.
un abrazo Javier
Te noto melancólico, pero a veces hace falta dejarnos llevar por este sentimiento. Besos.
ResponderEliminarOs respondo en bloque y avergonzado. En bloque porque es posible, y estaría justificado, que alguno de vosotros me diera con las puertas en la narices después de tantas semanas de silencio, y así en bloque se nota menos. Y avergonzado por mi silencio.
ResponderEliminarGracias a todos. un abrazo