Domingo, siete y media de la tarde.
¡¡¡Ring-,ring, ring-ring!!! Miro la pantalla del móvil. No conozco el número. ¡Sí, dígame! Al otro lado del teléfono me saluda una voz femenina: soy María, la mujer de Gutiérrez (nombres supuestos), he encontrado tu número en su agenda. Su voz es entrecortada, casi imperceptible. Me cuesta procesar el mensaje.
Gutiérrez es un viejo amigo. De los tiempos de la Universidad. Junto con un tercero, pongamos García, nos solemos reunir cada cierto tiempo para comer y charlar. Ya les hablé de ellos. El último contacto que tuve con Gutiérrez fue en primavera, le mandé un email: "Correo de verificación. Si estás bien devuélvemelo con un saluda." Su respuesta: "¿Quedamos para comer?" Cumpliendo el protocolo que tenemos establecido para estos casos, me pongo en contacto con García para fijar fecha: antes de que acabe junio, me asegura. Y pasó julio y pasó agosto sin casar agendas. Hasta el domingo a las siete y media de la tarde.
Gutiérrez está muy mal, me dice Maria, su mujer, por teléfono. Silencio. Apenas conozco a Maria, pero ella sabe que somos amigos, incluso amigotes. ¿Donde está, lo puedo visitar? Su respuesta es como un puñetazo en la boca del estomago: mañana mejor que pasado, en el hospital. Le pregunto si ha hablado con García, el otro amigote. Lo quiero llamar ahora, contesta. No te preocupes, yo me encargo, le digo en un intento por descargarla de liturgias. Me despido y marco el móvil de García. Desconectado, ¡él, que nunca apaga el móvil! Llamo a su casa y se pone su mujer, la saludo y pregunto por mi amigo. Con voz contenida me dice que no está. Silencio de nuevo. ¡Joder, no puede ser!, pienso. Finalmente rompe el silencio: está hospitalizado. Me toca mover ficha y no sé qué decir. ¿Qué le pasa?, pregunto al fin con un hilo de voz. Ella calla, lo medita en medio de un sonoro silencio. Un cúmulo de mala suerte, contesta. Y antes de que me lo preguntes -aclara- no permiten visitas, sólo la mía, y no todos los días; quizá en unas semanas. Le cuento el motivo de mi llamada. Otra vez silencio. Miro el reloj, las ocho menos diez. Han pasado veinte minutos de una tarde de domingo, sólo. En realidad han corrido treinta años por el teléfono.
Lunes por la mañana, junto a la cama de Gutiérrez. Le cojo la mano, la aprieto. Él me ofrece la mejilla y yo bromeo: ¡qué no beso a tíos con barba, chaval! Hoy, sí -me susurra- porque hoy es el último día que nos vamos a ver.
Me voy. En el mostrador de información del hospital hay un periódico. Lo cojo mecánicamente, supongo que lo robo. Lo abro al azar: dos páginas de Bolinaga. Fiscales, forenses, políticos, periodistas y analistas de toda condición debaten si el terrorista debe estar en prisión o en su casa, si le queda un año de vida o seis meses, cuál es su peso y cuáles son sus constantes vitales. Me dan arcadas. Arrugo el periódico y lo tiro con desprecio. ¡Dos páginas hablando de la salud de un asesino, de un tío que ha matado; y ni una misera linea de un hombretón que le ha pedido un beso de despedida a un amigo!
¡Qué gran país éste para emigrar!
Lunes por la mañana, junto a la cama de Gutiérrez. Le cojo la mano, la aprieto. Él me ofrece la mejilla y yo bromeo: ¡qué no beso a tíos con barba, chaval! Hoy, sí -me susurra- porque hoy es el último día que nos vamos a ver.
Me voy. En el mostrador de información del hospital hay un periódico. Lo cojo mecánicamente, supongo que lo robo. Lo abro al azar: dos páginas de Bolinaga. Fiscales, forenses, políticos, periodistas y analistas de toda condición debaten si el terrorista debe estar en prisión o en su casa, si le queda un año de vida o seis meses, cuál es su peso y cuáles son sus constantes vitales. Me dan arcadas. Arrugo el periódico y lo tiro con desprecio. ¡Dos páginas hablando de la salud de un asesino, de un tío que ha matado; y ni una misera linea de un hombretón que le ha pedido un beso de despedida a un amigo!
¡Qué gran país éste para emigrar!
Y eso ocurre todos, todos los días.
ResponderEliminarMoraleja, vamos a comprarnos unas AK-7 y dejémonos ya de medias tintas. Pasaremos a la historia del papel...
Es verdad, Candela, que ocurre todos los días, pero no "me" o "te" o "le" ocurre a diario. Y no me gustaría acostumbrarme.
EliminarSi hay que refugiarse en el monte me quedo con el arcabuz. Menos eficaz que el Kalashnikov, pero más hecho al terreno.
Esto me toca personalmente. Justamente la semana pasada un gran amigo se me fue. Y me queda, quizás, la dicha de haber estado juntos. Un gran abrazo, F:
ResponderEliminarLos recuerdos, Mista, los recuerdos, ese sucedáneo de la realidad.
EliminarUn abrazo
Asi es la vida...una mierda
ResponderEliminarEn general...casi que sí. Por eso conviene exprimir lo momentos buenos.
EliminarUn beso
Lamento mucho lo que le ocurrido a tu amigo. Hay tantas cosas que no tienen explicación.
ResponderEliminarUn abrazo amigo
ps: José Antonio también ha regresado. Me alegro de leeros a los dos.
Gracias, Esilleviana. Hay cosas sin explicación y explicaciones incomprensibles.
EliminarJosé Antonio pronto pasará por el Búho. Un abrazo
Y ya llegué, para darte la razón, los jóvenes que son más inteligentes ya lo han hecho, se van de este país viejo sin ideas ni alegría con una clase dirigente obsoleta que han llegado por enchufe y no por méritos.
ResponderEliminarUn abrazo
Vuelves con las pilas puestas!!
EliminarUn abrazo
Uff, es duro, muy duro todo y a nadie le importa. Un abrazote.
ResponderEliminarGracias, sheol. Un fuerte abrazo
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