Tengo un anónimo. Algo soso, pero mira, por ahí se empieza. No le gustó un post de mi blog, y yo tan contento: lo leyó. Lamento no saber quién es el crítico para agradecérselo. Claro que si lo supiera no sería un anónimo y no me hubiera llamado la atención, porque razón tiene. Una de esas paradojas.
Este anónimo mio es inofensivo, se limita a constatar una obviedad, que mi historia ni fu ni fa. Vale, lo sabía; pero no todos los desconocidos son igual de inocuos. En ésta España de envidias y malicias es costumbre muy arraigada el anonimato, bien para delatar, bien para denigrar. Son los acusicas de nuestra niñez, los que iban corriendo al profe a contarle lo malo que es Manolito. En la adolescencia, otra fase, el anonimato se utilizaba para declarar amores imposibles, para enmascarar la timidez del acné y para fantasear con una carta anónima que responde a la nuestra. Pero, ay, en el mundo de los adultos el anonimato ya no disimula la timidez, oculta la cobardía. O la frustración. O ambos. La perfección del anonimato acollonador se ha alcanzado con motivo de la prohibición: se ha creado una plataforma, de la mano de Facua, para recoger el dedo acusador y anónimo que señala a los fumadores disidentes. ¡Lo qué nos gusta!
Les confieso que el tsunami de anónimos que pululan por Internet me ayuda a filtrara mis lecturas. Los obvio, salvo a mi anónimo, claro, que es como de la familia. No me refiero sólo a los comentarios de los blogs, que es donde menos acostumbran, sino a los comentarios de las noticias en los periódicos online. Detrás de ellos, normalmente, no hay nada de interés, ni un ápice de inteligencia o de talento. Es una pérdida de tiempo, olvídenlos. O no, hagan lo que quieran. Echo de menos los tiempos en que te pedían nombre, apellidos y DNI para dirigirte al director del periódico, no como ahora, que oye, cualquier indocumentado le da al `intro´ y deja una estupidez para los siglos en cualquier sitio de Internet; escondidos, claro.
Cosa bien distinta son los seudónimos. Con larga tradición en España, se trata de un cambio de nombre, de un alias, de una identidad ad hoc para transitar por Internet, o por donde quieran. Los seudónimos tienen personalidad propia,se sabe qué piensan, cómo escriben, sus fobias y sus filias. Existen, son reales; se puede dialogar, discutir, coincidir o discrepar con ellos.
Con los anónimos, no. Los anónimos son fantasmas que deambulan sin rumbo; son un instante perdido, una anécdota sin sal ni pimienta.
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Les confieso que el tsunami de anónimos que pululan por Internet me ayuda a filtrara mis lecturas. Los obvio, salvo a mi anónimo, claro, que es como de la familia. No me refiero sólo a los comentarios de los blogs, que es donde menos acostumbran, sino a los comentarios de las noticias en los periódicos online. Detrás de ellos, normalmente, no hay nada de interés, ni un ápice de inteligencia o de talento. Es una pérdida de tiempo, olvídenlos. O no, hagan lo que quieran. Echo de menos los tiempos en que te pedían nombre, apellidos y DNI para dirigirte al director del periódico, no como ahora, que oye, cualquier indocumentado le da al `intro´ y deja una estupidez para los siglos en cualquier sitio de Internet; escondidos, claro.
Cosa bien distinta son los seudónimos. Con larga tradición en España, se trata de un cambio de nombre, de un alias, de una identidad ad hoc para transitar por Internet, o por donde quieran. Los seudónimos tienen personalidad propia,se sabe qué piensan, cómo escriben, sus fobias y sus filias. Existen, son reales; se puede dialogar, discutir, coincidir o discrepar con ellos.
Con los anónimos, no. Los anónimos son fantasmas que deambulan sin rumbo; son un instante perdido, una anécdota sin sal ni pimienta.
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¡Chapeau maestro! ynadie como tu es capaz de mostrarnos el mundo de los comentarios y visitantes varios que pululan por aquí. Eso sí más vale un anónimo santurrón y bienintencionado que un troll pesado y pendenciero, el anónimo se aburre y desaparece, los trolls duran y duran.
ResponderEliminarUn abrazo
He visto el comentario el otro día al dejar el mio, yo simplemente paso, quien no se presente, no esta presente. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Jose. Mi anónimo es una pequeña anécdota a quien le tengo que agradecer que me diera material para un post...¡pero no sé quién es, y así no hay quien agradezca nada!
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, sheol. Como has podido comprobar, no le contesté. Y no sé yo si he incurrido en una descortesía.
ResponderEliminarUn abrazo
Bueno Javir, de alguna manera sí que le has contestado, aquí está tu post. Si lo piensas, son hasta graciosos, en todo caso inofensivos. Ahora que lo pienso, yo no tengo anónimo...
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues lo siento por el si no vuelve más aunque sea como lector, hoy se perdió un post tuyo para enmarcar.
ResponderEliminarUn abrazo
Tienes razón, Mercedes, le he contestado. En el fondo creo que solo ha sido un pretexto para escribir el post. Espero que no me deje, es como mi musa. Tal vez por eso no tienes anónimo, Mercedes, porque llevas la musa incorporada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eres muy generoso, Jose. Y viniendo de ti, el regalo se multiplica.
ResponderEliminarUn abrazo