viernes, 28 de diciembre de 2012

Planes para Fin de Año

Es posible, solo posible, que la nochevieja de este año nos traiga una sorpresa. En la Puerta del Sol, cuando TVE quiera contarle a todas las Españas ¡qué viene qué viene! el 2013...el reloj-llave del cambio de año no esté.



Se lo cuento en confianza y con el ruego de que sean discretos: Goran, el mafioso albano-kosovar que se amistó con un servidor entre gintonic y gintonic, tiene un plan (mafioso, claro) para secuestrar el reloj de la Puerta del Sol y colocarlo en el frontispicio del Búho Bizco. Yo creo que es un exceso instalarlo en el exterior, por lo que le he rogado que lo meta en la taberna. Y si hay que ampliar, se amplia. 

Todavía no sé si Goran, solo o en coompañia de algún indignado despistado que continúe en Sol, nos conseguirá el reloj, pero lo que sí les puedo adelantar es que ayer vi a Margarita Ricchi en la boutique 'Lamujerfatal', famosa por sus vestidos de fiesta largos y entallados, preferentemente negros o rojos. Les confieso que esta noche no he podido pegar ojo. Los cerraba y veía a la Ricchi desvistiendo su brazo, cual Rita Hayworth, de un guante largo y sedoso. Poco a poco; lenta, sinuosamente, sonriendo... Van a ser, hasta la nochevieja, unos días muy duros. 



Se convierta la nochevieja en nochebuena o se quede en nochechoha, os deseo, y sabéis que lo digo de corazón, que en el 13 entre lo bueno y salga lo malo.

Suerte, amigos. ¡Feliz año!

sábado, 22 de diciembre de 2012

Aunque Margarita dijo sí, ha sido no


En el Búho Bizco todo estaba dispuesto para recibir la noche de Halloween. Todo menos yo. Y menos Margarita Ricchi. Charlábamos ambos en un rincón del local, ella me contaba lo poco que le gusta esta fiesta, y yo, para aliviarle el disgusto, le propuse salir a cenar a algún lugar sin disfraces. Para mi sorpresa, y después de un silencio protocolario, me dijo que le diera tiempo para retocarse y se levantó con un “tú espera aquí”. Ella salió, yo di instrucciones para la noche de muertos y vivos y esperé.

Zapatos de tacón de aguja, cloc-cloc, aporreando el parqué, falta negra de tubo y blusa de seda con generosa abertura delantera, melena al viento, carnosos labios rojos y ojos de gata. Don Ángel, el cura, apartó la vista de Margarita Ricchi y apuró de un trago la copita de anís del Mono. Clic-clic, de la gramola del Búho salió la voz de Joe Cocker interpretando You can leave your hat on mientras Margarita Ricchi, con ligero movimiento de caderas y pisada firme  caminaba hasta mi mesa sin apartar su mirada de mis ojos: “Cuando quieras, yo estoy lista”. ¡Y por todos los santos del Halloween que lo estaba! Le ofrecí mi brazo y le susurré que cenaríamos en el “Melasmetiohastaelfondo”, restaurante de un amigo que ha hecho fortuna gracias a su merecida fama de caro nivel ‘asaltacaminos’. La comida no está mal si no cometes la vulgaridad de aplicar el criterio calidad-precio, en cuyo caso lo más sabroso de la noche será comprobar si la VISA le mantiene el pulso a la factura. ¡Pero qué coño!, me dije, un día es una día, y quién sabe si también una noche. Hice una par de llamadas: a mi amigo para reservar mesa, “sin compasión”, le dije. Y otra llamada a Visa, “que si podrían ustedes fraccionarme el cobro de la tarjeta…”



Te cuento todo esto, querida Lola, para que entiendas lo bajas que estaban mis defensas. Si a la escena le añades una botella de Pingus y un par de Macallan comprenderás que creyera a pies juntillas las palabras de la Ricchi: “Sí, Jota, créete lo de los mayas y su fin del mundo para  el veintiuno de diciembre. Lo sé de buena tinta” Entenderás entonces, Lola, que allí mismo, en el “Melasmetiohastaelfonfo”, y como si de un aquelarre se tratara, quemara los décimos de la lotería de Navidad, un recibo de pago de actividades diversas que ahora me reclama Hacienda y que hasta abandonara mi blog. Me lo creí, creí que era la última cena con la Ricchi, creí que era el final de los recortes de Mariano y el de los aburridos delirios de Mas. Estaba convencido de que no tenía que preocuparme del recibo de la luz ni de tu nómina, Lola. Me despreocupé de los regalos de navidad y de comenzar a leer nuevos libros. Hasta tal punto estaba obnubilado que llamé a mi ‘ex’ para asumir toda la culpa y que muriera en paz. Borré los contactos de mi agenda y llevé a Caritas los vales de consumición gratuita que tenía previstos para todo el año que viene. Incluso intenté confesarme con D. Angel, pero olvide mis pecados…y todo para nada. Aquí estamos, Lola, sin morirnos ni un poquito.

-Jota, de verdad, hay meses que estás gilipollas.

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