miércoles, 31 de diciembre de 2014

Guacombo, y feliz 15

Para entrar en la isla de Guacombo hay que resolver antes una adivinanza:

 ¿Qué es la lluvia en Sevilla?

 A Guacombo se accede por un largo puente levadizo que comunica la isla con el continente y que solo baja cuando se adivina el acertijo.  Muchos son los que quieren cruzar el puente; hombres y mujeres, jóvenes y viejos, santos y pecadores, ricos y pobres. La autoridad sin identificar que gobierna  Guacombo es la encargada de organizar por grupos el salto a la isla. Unos días pueden intentarlo los contables zurdos prejubilados, otro las embarazadas virtuosas en el canto gregoriano. Y así. Pero un día, un amanecer después de una noche de alcohol y putas, la autoridad sin identificar que gobierna Guacombo convocó a los ex. Ex, sin más. La autoridad, gobernanta de día y borracha de noche, no calibró la pujanza de la traición. Todos somos ex de algo; todos, conscientes o no, hemos abandonado lo que éramos, hemos traicionado un presente anhelando un futuro mejor.  Así fue como cientos, miles, cientos de miles de personas se arremolinaron delante del puente a la espera de que una voz anónima les hiciera la pregunta uno a uno, dentro de una cabina insonorizada:

¿Qué es la lluvia en Sevilla?



El plazo para resolver la adivinanza se redujo de cinco horas a cinco minutos, lo que aceleró considerablemente el tráfico de hombres, mujeres, niños, ancianos y jóvenes. Todos, ex de algo. Corrió por todo el reino el rumor de que los ex podían optar a entrar en la isla de Guacombo, y de todo el reino llegaron los que antes fueron otra cosa, con el propósito de entrar en la isla. Cada día llegaban miles de aspirantes a cruzar el puente, pueblos enteros se encaminaron a Guacombo. Primero las aldeas y luego los ciudades se despoblaron, sus habitantes caminaron días, hasta meses para llegar a la puerta de Guacombo. Ya eran millones lo que esperaban para entrar a la isla. La autoridad temía que la isla se hundiera al entrar todos los que esperaban hacerlo, por lo que tomó dos medidas que consideró muy acertadas: la primera fue  fusilar sin juicio previo al funcionario que convocó la entrada a la isla con el único requisito de ser 'ex';  la segunda medida, por la que se felicitó así mismo el sanedrín de la autoridad, fue crear un Mesías, un líder que guiase al populacho. Instruyeron al Mesías para que dijera lo que la masa quiere oír, para que les prometiera maná, descanso por no hacer nada, comida y bebida sin límite y sexo gratis. Un paraíso de justicia e igualdad donde las Copas de Europa se ganaban por orden alfabético y todos los club de fútbol recibían de oficio un campeonato de liga. Y solo el Mesías los podía guiar; para ello sopló una flauta y sonaron notas hipnóticas que atrajo a todo el que la  escuchó. Llegó hasta un extremo de la isla seguido de millones de ex en busca de una nueva vida. Allí se detuvo, subió a lo alto de un monte y así les habló a sus  seguidores:
  
-¿Queréis quedaros en Guacombo?
-Siiii...-gritaron millones de gargantas-
-Pues responder a la pregunta: ¿Qué es la lluvia en Sevilla?
-¡¡Una maravilla!!!
-¡Más alto! -clamó el Mesías- ¡subir, elevaros para que yo pueda oíros bien...!

Los seguidores del Mesías se miraron sonrientes, entrelazaron sus manos para formar una cadena, llenaron sus pulmones de aire y tomando impulso se elevaron de un salto todo lo alto que pudieron. En el instante en que quedaron suspendidos en el aire antes de volver al suelo, gritaron ¡¡una Maravilla!!, expulsando todo el aire de sus pulmones y cayendo de vuelta al suelo. Eran millones, todos a una. Cayeron en un claro del extremo norte de la isla, y lo hicieron con tanta fuerza que la tierra crujió bajo sus pies, el golpe rasgó el suelo y una esquina de la isla se desgajó del resto formando un pequeño islote, tan pequeño que no cabían todos los ex, tan endeble que comenzó a naufragar como una patera en medio de una tormenta. El líder alzó los brazos, pidió calma y conminó a sus seguidores a cantar todos juntos:

¡Cantad, cantad hermanos. Alzad la voz de la justicia...!

Y cantaron
Aserejé ja de je 

de jebe tu de jebere

seibiunouva majavi
an de bugui an de güididípi 
Aserejé ja de je 
de jebe tu de jebere
seibiunouva majavi
an de bugui an de güididípi 
Aserejé ja de je 
de jebe tu de jebere
seibiunouva majavi
an de bugui an de güididípi


Millones de personas cantaban y movían sus brazos y piernas compulsivamente. Aserejé, ja, de je.  El líder dirigía le espectáculo balanceando sus manos con los ojos entornados. El agua inundó la tierra, atrapó los pies de los ex y fue subiendo por sus piernas, cintura, pecho...y los niños dejaron de cantar, después enmudecieron sus madres y sus padres...y desapareció el islote bajo las aguas...y glu, glu glu...el mar se tragó a millones de 'ex', de traidores a ellos mismos.

En un rincón de la isla de Guacombo, en un pequeño prado donde siempre es primavera, se reunió la autoridad sin identificar, se miro satisfecha así misma, y dándose golpecitos a su propia espalda, comentó entre sonrisas silenciosas:

Después de cinco mil años sigue funcionando el timo del Mesías...


(Que sea, el 15, un año libre. Un saludo a toda la comunidad bloguera que tanto he descuidado. Especial mención a Esilleviana, por preocuparse por mi silencio. Y a Jose Antonio Gracia, por las collejas virtuales que me ha pegado)
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