jueves, 14 de abril de 2011

Goran, 4ª Epistola

En la cuarta misiva  Goran nos narra cómo llegó a la boat y conoció a una muchacha de escultural figura y radiante rostro


Querido J.:
Como te contaba en mi anterior epístola decidí acumular fuerzas en una pequeña taberna. 


Sigo la historia contándote que terminada mi opípara cena y entregado como estaba al placer  de saborear un café sin leche o licor que lo enturbiara, me sobresalto el pitido de mi comunicador portátil, ¡qué invento!, y contacté con un portavoz de la facción Liberto que así me habló: "entramos en la boat, te esperamos". Y cortó la comunicación. Dado como soy a conversaciones breves, entendí el mensaje a las primeras de cambio, de manera que pagué lo consumido y me dirigí a la sala de música y balie.


Una pequeña puerta que no hace justicia al renombre del local da entrada a un minúsculo rellano donde, tras una mesa más bien vulgar, se pertrechaban tres forzudos porteros dispuestos a cobrar peaje por franquear la entrada. Por fortuna me habían explicado que mostrando la llave del aposento ocupado en el parador a los forzudos porteros estabas exento del canon. Y así fue: dejé ver la llave y me señalaron, con muy buenas maneras -pase el señor, me dijeron-, unas escaleras escondidas detrás de un pesado cortinaje y que bajan, en tres tramos, hasta un local que deslumbra por su finura y buen gusto.Cegado como estaba por tanto esplendor, mi primera preocupación fue encontrar a mis camaradas. Esto, pensé, no es guerra para un solo soldado. A Dios gracias que mi mirada fue arrastrada como un imán hasta la barra. Y claro, allí estaban mis compañeros de batallas, espaldas contra la barra, vaso en mano y ojos barriendo el local. Me dirigí hasta ellos como una centella, y sin tiempo para saludar agarré un vaso de licor que me ofreció el mozo al ver que me unía al grupo, y en un gracioso contoneo de caderas adopté la misma postura que ellos tenian. 


La barra donde descansaba está, si cabe, más acolchada que la del local del piano. Donde no hay colchón forrado con suave piel marrón puedes acariciar una madera de tanta calidad que miedo daba imaginar el precio de los licores. Apoyada la espalda contra aquel tesoro y con la mirada al frente, la visión que teníamos de la boat era privilegiada: enorme de dimensiones pero cálida gracias a la atinada disposición de mesas, sillas y espacios y por unos fastuosos ornamentos que te acarician los sentidos. En el centro del local, rodeado de mesas pequeñas como si fuesen para niños, hay reservado un circulo despejado de muebles y con el suelo de madera noble donde los asistentes pueden practicar sus bailes de moda y sus danzas regionales. Fue con la ejecución de una de éstas danzas regionales cuando quedé altamente impresionado, tanto que se me abrió la boca al observa cómo se produjo un silencio que nos envolvió a propios y extraños, y cómo la oscuridad se apoderó de todo el local durante unos segundos para estallar, sin previo aviso y con un brío sin par, un cegador  fogonazo de luz dirigida al circulo destinado al balie, al tiempo que un río de armoniosos y rítmicos sonidos inundaban la sala.



"A bailar, a bailar, a bailar alegres sevillanas

Todo el mundo a bailar, a bailar, a bailar, ven conmigo a bailar..."



Y así durante varios minutos.


El alegre soniquete empujó a mozos y mozas de la localidad -los forasteros nos quedamos a la expectativa-, como si un misterioso resorte los arrojara al circulo del baile. Fue muy emocionante, amigo J. Tendrías que haber visto cómo movían brazos y pies los bailarines, cómo cercaban los muchachos a las muchachas, cómo embelesaban las chicas a los chicos mediante sinuosos movimientos y cómo, en definitiva, se reían y se divertían. Hermoso ritual, hermano.


Como ya he descrito anteriormente, el lugar con piso de madera ideado para la práctica del baile está rodeado de dos o tres círculos de pequeñas mesas con sus sillas, repletas de vasos y recipientes de licores. Pasado el tercer circulo de mesas se alza una plataforma donde caben otras dos lineas de mesas con sus sillas, también con vasos y licores. Tras ella otra plataforma con idéntica disposición de mobiliario y accesorios da pie a otra altura, pero con distinto aspecto. En este rellano las pequeñas mesas se habían sustituido por otras con una altura de vértigo, tal que necesitas de un taburete como los de la barra para estar en proporción. Como descubrí al instante, éste lugar de barras individuales era el idóneo para estudiar el ambiente, ya que la barra, a espaldas de estas mesas altas, estaba ocupada por tertulias o mujeres ya acompañadas. 

Efectivamente, amigo J, hice mía una de esas barras bipersonales y le pedí a una de las solícitas doncellas que se ocupan de servir ésta zona (hasta ese punto llegaba la elegancia del lugar, las doncellas y mozos tienen asignadas zonas de trabajo) que me abasteciera del licor más de moda en la boat. Aprovecho para aconsejarte, desprendido J, que nunca pidas licores a criterio de quien ha de cobrarte el avituallamiento; es preferible pasar por aldeano y dejar claro lo que se quiere o se puede, a tener que desembolsar una indecente cantidad de cuartos por una botella de un vino claro y con espuma traído desde la vecina Francia. Y qué te voy a contar de los franceses que tú no sepas, amigo mio. El caso es que saboreaba la tercera copa del espumoso cuando se paseó delante de mi, por tercera vez, a una por copa, una muchacha de escultural figura y radiante rostro. Sin duda iba a los urinarios, situados al final de mi rellano. Reponiendo la cuarta copa estaba cuando la vi acercarse de nuevo, y ayudado por los efectos del carísimo vino espumoso, mi lengua, retraída por naturaleza, venció el congénito temor a las mujeres que me ha acompañado toda mi vida y así le habló: ¿No es mucho mear? Ni que decir tiene, querido amigo, que si la hermosa muchacha no albergara algún interés por mi persona, allí mismo me hubiera abofeteado después de tan inapropiado arranque de conversación. Y con razón, creo yo. Pero como te digo, y te lo digo emocionado, algún apego me tendría cuando se detuvo en seco, me miró hasta turbarme y guardó un tenso silencio, sin duda esperando mi reacción. Quedé petrificado. Por fortuna uno de mis amigos estaba presenciando la escena desde la barra y tomó medidas: cogiendo una copa al vuelo y saltando sobre los taburetes se abalanzó sobre mi, puso el vidrio en mi mano y me dio ordenes muy concretas: ¡invítala!. Mano de santo.

Lo que sigue he de madurar si lo puedo contar. Uno es un caballero.


Mientras tanto, recibe un afectuoso abrazo de tu amigo Goran


En un próximo escrito, Goran nos narrará, hasta donde su caballerosidad se lo permita, las maniobras de aproximación con al bella muchacha 

12 comentarios:

  1. ¡Oh dios mío! me lo temía, lo de las danzas regionales en Marbella, sólo podían llegar a hacer evolucionar a la juventud por la pista, con las inefables sevillanas, hubiera preferido unas danzas watussis y ¡que decir del hula-hula! pero claro Spain is different, que se le va a hacer.
    Un abrazo

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  2. Yo me acabo de quedar petrificada!!! Como se le puede decir a una mujer si no es mucho mear???? jajaja por Dios!!! Espero que los chicos que lean no tomen esa frase como un manual!!!
    Besotesssss

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  3. Jose...a Goran le fascinó. Tanto que, según me ha contado, está pensando en abrir un local rociero. Está muy metido en ambiente, desde luego.

    Un abrazo

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  4. Montse...no olvides que Goran es albano-kosovar. Allí son...como más espontáneos

    Bessooosss

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  5. Esto me suena, alguna vez hace mucho, mucho tiempo he vivido escenas parecidas jejejeje, las barras tienen mucha historia :)
    Un abrazo.

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  6. Hola Javir. Este Goran, que bien se lo pasa, debería haberme hecho mafiosa, no hay muchas mujeres en el negocio, solo de relleno, pero creo que valdría, tengo una mente bastante retorcida. Besos.

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  7. Muy bueno, Javir, me encantó el gusto con que te recreas. Fenomenal.
    Saludos blogueros

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  8. Arácnido, todos dicen los mismo: esto, que sí, que yo, pero que oye, que hace muuuuuucho tiempo..jejjeje

    Un abrazo

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  9. Hola Cris. Para ser una buena mafiosa basta conque seas una mala con buen corazón.¿Lo tienes?. Pues ala!!

    Abrazos

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  10. José Antonio, cuando se torea en plazas como la de Sevilla, hay que recrearse en la suerte. Así es Goran.

    Gracias, amigo. Un abrazo

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  11. Estoy con José Antonio... mejor otra danza... no estaría mal una sardana todos agarraditos de las manos :D
    Un abrazo

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  12. APU, si Goran pasa por Alicante tomará el mejor arroz el mundo, si por Barcelona, bailará una sardada y si pasa por Aragón, una jota...pero el tío tiene la suerte de estar en Sevilla.

    Un abrazo, artista.

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