No soy actor y me gusta el teatro; no soy escritor y me gusta leer; no soy panadero y me gusta el pan, ni vinatero y me gusta el vino, ni mujeriego y me gustan las mujeres...entonces, digo, pregunto yo, ¿ por qué no me va a gustar la semanasanta sin ser creyente?
De niño estuve entre curas, lo que sin duda explica mi descreimiento y sus formas: sin aristas, sin pasión, dulce. Falta de fe para el sí y para la negación. Un melancólico medalomismo. Y en estas, crac-crac, llega la Semana Santa y, como cada año, se me abre la boca, abro los ojos. Qué de gente se moviliza, y gratis y sin subvenciones. España entera se convierte en un gran escenario donde cientos de miles de anónimos -anonymous, estos sí- se lanzan a las calles de todos los pueblos de España, rostro cubierto y paso corto. Discretos, mimosos. Al hombo, a hombros una imagen. Y música de trompetas y tambores. Y silencio. Y luces de cirios y sombras lentas. Voces, ¡al cielo!, lágrimas sentidas. Convivencia y respeto.
No es necesario creer, basta con ver. Con estar.
En Mallorca no se disfruta tanto, los pasos son tan solemnes que resultan aburridos. Pero como fiesta y aprovechar así las reuniones familiares anuales...no está mal.
ResponderEliminarEn mi pueblo, provincia de Alicante, la Semana Santa comienza, como pronto el jueves, si no el viernes Santo. Y se alarga con "la mona": día de campo con amigos o familia para disfrutar de la primavera. Tampoco está mal
EliminarEn Málaga hay dos semanas santas, la que viven los cofrades y la que vivimos los demàs, que a pesar de ser agnòstico, tomamos estos ritos como tradiciones y salimos con amigos para ver los pasos pero tambien como medio de reuniòn para cenar y tomar unas copas.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Yo soy de "los demás" fus. Y esa segunda semana santa me parece un excelente complemento de la de los cofrades y los tronos.
EliminarUn abrazo
Uno de mis proyectos de este puente es relatar mis horrorosas vacaciones de semana santa padecidas en mi infancia, imagínate, años 60 en un pueblecito de 200 almas en la sierra madrileña, sin apenas corriente eléctrica, sin mis amigos veraneantes y con la única diversión posible que era ir a misa, irrepetible, afortunadamente.
ResponderEliminarUn abrazo
Si la única diversión era ir a misa, ya me hago una idea.
EliminarUn abrazo
A mi me encanta la Semana Santa porque huele a primavera y a lluvia. La gente sale a la calle con placidez, creyentes y no creyentes. Y recuerdo lo de la mona y las habas frescas o hechas en minchirones, típicas de esta época.
ResponderEliminarOjalá no se pierda nunca..
¡Las habas!, las había olvidado.
EliminarNo se perderá, Candela; hay mucha gente desinteresada con el único interés de disfrutarlas.
Existen lugares en esta piel de toro, que nos dejan alucinados, aunque no se sea creyente. Las costumbres no se deben perder, pues al final perderíamos parte de nuestra cultura.
ResponderEliminarLas costumbres pueden evolucionar, pero conservarán la esencia.
EliminarGracias por tu visita. Un saludo
No lo entiendo, no ha quedado el comentario.¿?
ResponderEliminarTrabajo en un pueblo donde viven por entero durante todo el año para la semana santa, son muy devotos, no te imaginas hasta qué punto. Será que eso y la edad hace preste más atención a este evento y entienda un poco más el sentir de la mayoría de personas que disfrutan con este acontecimiento.
ResponderEliminarQue disfrutes.
un abrazo Javier