lunes, 25 de octubre de 2010

Thomas Garrafón, Mr. y Mrs. (1ª parte)

El Búho Bizco, el pub donde me reúno con Goran cuando viene de la Costadelsol y conmigo mismo cuando estoy solo, tiene su propia historia. Algunos de sus pasajes son tan increíbles como la propia historia de Thomas Garrafón, el dueño del negocio. Thomas, hijo de una de las primeras turistas suecas que aterrizaron en la Costa y del dueño de un chiringuito en Torrenolinos, es hombre imaginativo y de recursos. Antes de montar este negocio -me cuenta- era más pobre que las ratas, tanto que cuando conseguía ligar a una muchacha, la invitaba a cenar en el comedor de Cáritas.

He recordado que tenía esta historia en mi Baúl de los post. Me la contó Thomas Garrafón hace algún tiempo. Aquí se la dejo, por si gustan:

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Mr, Mrs (del baúl de los post, en parte) (I)

"Lola tenía por costumbre bajar la intensidad de la luz del Búho Bizco justo a las doce de la noche. Conseguía crear una atmósfera cálida e íntima; una media luz que invitaba a  la confidencia y a la fantasía.  En sólo unos instantes las voces se trasformaban en murmullos mientras que el humo de los cigarros embriagaran el ambiente. Me gustaba ese momento de mutación. 

Aquella noche, aunque primavera avanzada, soplaba un viento ruidoso y una cortinilla de agua que mojaba el rostro de las pocas personas que caminaban por la calle. La puerta del Búho Bizco se abrió de forma pausada, lenta, pesada. Giramos nuestras miradas hacia la puerta y vimos aparecer una figura envuelta en un impermeable gris oscuro con forma de capa, una gorra de doble visera y un bastón de buena madera  con empuñadura de plata. El tipo se paró a la entrada, sacudió el agua de su impermeable y se quitó la gorra. De camino hasta la barra sacó una pipa curva de su chaqueta a cuadros y pidió un coñac, al tiempo que señalaba el fondo del local. Se sentó en la mesa situada en la esquina más remota, sin apenas luz, donde solían refugiarse las parejas que buscaban intimidad. Lola le llevó una copa de Napoleón. Desde la barra observábamos la mesa del desconocido, pero apenas se distinguía poco más que la turbadora silueta de Lola difuminada por el humo de la pipa.

-¿Quién coño es ese, Búho?  -los clientes habituales le preguntaban a Garrafón, al que solían llamar Búho
-¡Y yo qué sé, Malaspulga, y yo qué sé!  Además, no es cosa nuestra, es un señor que ha venido a tomar una copa, y punto.
-El caso es que no me es desconocido. Me recuerda a alguien, pero no lo acabo de ubicar. -Don Severo, el maestro, se frotaba la barbilla como si de allí  fuera a sacar alguna idea-
-No lleva portátil ni agenda, desde luego no es un vendedor -sentenció Don Próspero, el acaudalado comerciante del barrio-
-¿Y si es un policía?
-¿Qué pasa si lo es, Malaspulgas?  No me jodas que te están buscando y has venido a mi local a esconderte.
-¡Cómo voy a hacer eso, Búho!. Que no hombre, que no. Lo digo porque parece que está reflexionando y analizando, que lo he visto en las pelis.
-No digas bobadas Malaspulgas, desde aquí no se distingue nada.
-Por la pose es por lo que lo digo.
-Ya está bien caballeros, cada uno a lo suyo.

Entré en el almacén buscando a Lola que estaba organizando las botellas de wisky por orden alfabético.

-Oye, Lola,  ese tipo, ¿te ha dicho algo, has notado algo?
-No lo sé jefe, desde luego es extranjero. Por el acento más que nada. Sí, seguro, es guiri total. Yo diría que es ingles, pero no sé, no habla como los otros guiris que vienen por aquí.
-Creo que deberíamos de acercarnos, por si quiere algo. ¡Yo mismo voy!.


(La segunda parte, mañana. O así. No es cosa de abusar de su paciencia)

2 comentarios:

  1. no puede ser, eso es tortura, aquí espero hasta que pongas el resto, por las pintas, voto que el desconocido es Obama.
    Un abrazo

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  2. Hola, José Antonio. Creo que es alguien más importante que Obama.

    Un abrazo

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